28 de febrero de 2025

"Significant other"

0 comentarios

Hace unas semanas, alguien me preguntó quién sería mi persona especial. Podría decir que yo mismo soy tal cosa, aunque sí he conocido gente que ha representado apoyo incondicional y compañía certera en esta ciudad que ya se ha fijado en la pizarra de mi mente. Me he acostumbrado a caminar estas calles concurridas y bañadas de un sol inclemente que no deja ningún rincón fresco.

Ronda el pensamiento curioso: ¿qué habrá pasado con esa magia que me habitaba o por lo menos esa característica que me hacía brillar? No sé si es que alguien me la robó o quedarán vestigios de ese sentimiento por ahí. Me entretengo viendo a la gente pasar, como si no hubiera un fin de ese ciclo. Los días transcurren y se me van de las manos, los años llegan. Sí, me veo ciertas canas en la barba y los rayos grises que me detalló el barbero en la coronilla me ponen enfrente el calendario inevitable. Las entradas en la cabeza me revelan el inconfundible camino a la calva, que no espero, por cierto. Me inundé de una rutina, los segundos son parpadeos y los “amigos” son contados.  He extrañado una complicidad especial que pude concretar con un conocido. Él se ha quedado incomunicado y no tiene la manera de hacerme saber si su chica aún lo sigue queriendo o si ha cambiado de opinión.

Mis cervezas de los sábados las he sabido compartir con mis familiares en la casa. Otros vasos plásticos se llenan casi hasta el tope y me los bebo con una mujer muy especial. Cafés y postres han sido servidos. Mis otras dos amigas me llevan a recorrer esa supertienda de libros y cosas que llevaría a mi casa si pudiera. Mis compañeros de trabajo me llevan hasta el “paradero”, como lo llaman en Cúcuta. Son unos jóvenes que me dicen que sea su papá por la sabiduría que, según ellos, tengo en abundancia. Se llaman a sí mismos “guardaespaldas”. Cada uno agarra su moto y se va cuando ven que abordo el bus que parece un cohete. Cuando va por uno de esos puentes elevados, hace competencia con el avión que surca el cielo.

¿Dónde está mi “significant other”? La pregunta que lanzo al destino. No creo en los tiempos perfectos, ni en casualidades. Como bien dice inmortalizado, mi cantante favorito: “persigo realidad”. ¿Cuál será ese camino cruzado, hilo rojo, amor “no líquido” o desinteresado, ese que no me “ghostea” o teme al compromiso? Por ahora, estoy construyendo el templo que se derrumbó y volvió a surgir. No quiero que lo encuentren desordenado. Ese que soy, que trata de mejorar a diario.

16 de febrero de 2025

Otro sábado más

0 comentarios


Hasta hace una semana había considerado a los días como hoy “otro sábado más”. No pensé que una frase como esa tuviese una trascendencia enorme, ya que siempre me contradecían conque el sábado era un día menos de vida. En realidad, es así. Son 24 horas de tu existencia que se van entre el trabajo, la cotidianidad y las esperanzas de algo bonito.

Ni siquiera me acuerdo del porqué darles esa connotación. Creo que contaba los sábados que me quedaban del primer semestre del contrato laboral, algo así como un control de los días que me faltaban para poder cobrar mi primera prima del año. Sin duda, era una fecha muy esperada y, si no me equivoco, siempre eran entre 21 y 22 sábados. Me cansé de la matemática y empecé a llamarlos “otro más”.

Eran “otro sábado más” porque, a pesar de lo buenos o no tan buenos que podían llegar a ser, la frase me cautivaba y me hacía vivir plenamente lo que el día me había otorgado luego del estrés normal de estar hablando inglés por casi 9 horas continuas. Después de las 5:00 p.m., mi celular siempre enfocaba arriba o al frente para capturar el cielo durante el cansancio, las palmeras del Virgilio Barco en la avenida Gran Colombia, o de cómo se sentía ver las cosas con dolor en los pies, las rodillas y el infaltable pequeño ardor de garganta. Me calmaba con las dosis de azúcar y la crema de los helados de chocolate.

No voy a negar que me van a hacer falta esos pies de fotos al final de la semana laboral. Dejar de llamar mis sábados así se percibe como una pérdida más de las tantas que se acumulan en este corazón lleno de heridas que de pronto brotan en determinadas horas. En mi galería, de las miles de fotos que voy coleccionando, las del sábado pueden verse como las más sentidas. Inmortalizados quedaron los abrazos, las lágrimas, las vivencias, las sonrisas… Algo muy bueno o lo contrario pasa ese día. De vuelta a la casa, el conductor del bus o del taxi lleva en su transporte a este profesor, bien sea contento o lamentándose de lo que no pudo ser.

En cápsulas del tiempo quedarán estos ratos de reflexión, nostalgia, felicidad momentánea o rutinas de este paciente irreparable. Imborrables son y quedarán. La riqueza de las experiencias valió y seguirá teniendo su relevancia, aunque ya no los designe así. Los extrañaré, sin haberlos perdido del todo.

6 de febrero de 2025

Cuando la vida parece ser ficción

0 comentarios


Han pasado tres años desde que crucé la frontera desde Venezuela y han sido tantos amaneceres en esta tierra caliente, que la noción del tiempo es casi imperceptible. Los días han transcurrido como parpadeos. Los cambios han sido muchos, pero pocos han sido bien sentidos, como pasos agigantados.

Sumergirse en la rutina del trabajo es algo a lo que uno se acostumbra rápidamente. He pasado de ir a un colegio público venezolano a dar clases en medio de aulas desprovistas y sin servicio eléctrico, a seis horas del día haciendo que otros aprendan a comunicarse en una lengua extranjera jugando y abrumado de tecnología.

Venezuela me enseñó lo que soy y forjó un carácter innegable, me hizo expresar la tristeza a través de cartas, tuits y caras largas. Me hizo sentir el hambre de progreso, de comidas nutritivas y de vivir plenamente. Dejé atrás mi hogar en esa montaña alta y fría, de la que me quejaba porque el techo de mi casa dejaba colar las lágrimas del cielo de una tierra secuestrada. Aún se cuelan las gotas de agua porque, en este nuevo país del que estoy agradecido enormemente, se tienen que pagar muchas cosas que uno llamaría “lujos” cuando se ha vivido en la resignación, pero que son normales. A veces no alcanza, pero se vive, se respira el aire de la cotidianidad. Mi techo de allá aún me reclama, pero ha sido tan paciente como yo.

En varios momentos he tenido la grandiosa oportunidad de brindar, con cerveza de acá. Me acuerdo que, en el año nuevo del 2021, me prometí con una lata de Águila en mi mano derecha, obtener mi nacionalidad y salir adelante. Manifesté, atraje, consolidé o materialicé. No sé qué pasó, pero lo he logrado. Ha habido un equilibrio curioso entre lo que proyecté y la realidad que he venido construyendo.

Sin embargo, he querido escribir estas palabras para desahogar un vaso que no ha tenido aguas calmadas. No todo ha sido perfecto, y es que los afectos pasados no me dejan un buen sabor. A veces siento que vivo esa fábula, una película, la proyección ante mis ojos, un pendiente, un punto blanco en un gran espacio negro. Caminar como en medio de conflictos, parafraseando a A. Cepeda. Unos días me ayudan a relajar el sentimiento, otros lo enaltecen y digo: “¿qué falta?”.

Esa falta que hice, que cometí, esa falla, ese tachón que ha durado en borrarse. Este guion lo estoy escribiendo yo porque soy el autor. Me leo en voz alta (en mi mente) para comprobar que estoy dando los pasos, que siento el eco de mi pronunciación y el pie que va adelante, el otro siguiéndole.

Me arrodillo de noche para agradecer y dejar en manos de Dios, de la misma forma lo hago en la mañana. Veo mis manos, ya no están rojas o mis palmas no están maltratadas por la cuerda que sostenía. El libreto a veces se complica y otras, solo fluye o va. No parece ser tan ficticia, esta vida, cuando el sol me quema las mejillas o me duelen las rodillas de estar de pie dando clase. Siempre espero que sí, pero no sé a quién se le ocurre cerrarme la puerta que me lleva a la bonita coincidencia de la reciprocidad. Esta vida la deseé, y pagué el precio que costó. Cada amanecer me lo recuerda, cada noche lo confirma y cada pensamiento lo deja plenamente claro.

No es ficción, pero parece.