Me encanta lo que veo. Me gustaría pasar más tiempo contigo. Quisiera que mis dedos pudieran tocar más de lo que imagino. Comerte se vuelve una necesidad. Así trataría a la comida que deseo para la cena... o a cualquier hora. Lo que me estimula está a la vuelta de la esquina, a solo una llamada de distancia. Me quedo viendo eso que dispara mis sentidos, engrandece mi poder y ocupa esta mente cuadriculada.
Sin duda, tienes algo que hace
que el ambiente cambie. Te presentas tan imponente, te dejas observar sin
mediar palabras, como una promesa arropada en deseos incontenibles. ¿Eres acaso
un plato fuerte, caliente, que despierta mis glándulas salivales, me hace abrir
la boca y esperar? Mis instintos de dominarte parecen hambre o querencia,
anhelo. Solo que pareces volverme débil, vulnerable, curioso, preguntón, voraz.
Sin embargo, me reservo cosas y me mantienes atento. Si sigo así, cada vez que
me hables tendré que olvidarme del reloj, del bullicio, de esta ciudad de vapor
incesante.
¿Te dejarías mirar, explorar con
lentitud, saborear con cada papila? No tendría ningún afán en rozar mis
pensamientos con los tuyos, en hacer que ese primer contacto tímido sea
inolvidable. Mis dedos aún no te conocen, pero mi mente ya te ha recorrido significativamente.
Por un momento, cierro los ojos y puedo sentir tu olor, la tersura de tu piel,
tu amplia sonrisa y esa tensión que no se disipa en el aire. Sé que me incitas,
que me invitas, pero sin palabras. ¿Telepáticamente?
Inspiras muchos escenarios
escandalosamente ricos, pero soy tan egoísta que no te compartiría, ni por una
noche, ni un día, ni una tarde. No eres capaz de dividir mis deseos entre tú y
otro ser. Eso que eres hay que vivirlo en una privacidad tranquila, pacífica.
No hay excusas para no comenzar, para no ceder al deseo y a la acción
irrevocable. Cuando te apareces así, no hay espacio para preguntarse si
proceder o no: no me cuestionaría, actuaría sin miramientos.
Por ahí dicen que lo bueno se
hace esperar y se disfruta sin apuro, pero lo que se me antoja lo quiero ahora
mismo. Sin reglas, sin horarios, sin etiquetas, sin filtros. Los placeres que
me merezco no me esperan. Procedo a buscarlos, los encuentro, me encuentran. Y
si me los sirven así, en bandeja, los devoro con fervor y entusiasmo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario